Al fondo de baúl está el diario de mi abuela, una pequeña libreta forrada con encaje que un tiempo fue blanco y hoy luce amarillenta por el paso de los años, las hojas de papel tienen un color ocre, y podría jurar que es un papel que en esta época no lo encontraría, en medio de estas hojas hay algunas fotografías antiguas con personajes conocidos por mis ojos pero ajenos a mi memoria.
Las letras tienen una transformación caligráfica muy especial entre las suaves líneas y los contornos sumamente adornados. Algunos versos poéticos simples engalanan sus hojas, pequeños datos y fechas de citas del pasado que el tiempo cobro con su historia. Mensajes que suenan cursis al leerlos en voz alta, pero que al repetirlos transforman la atmósfera en algo mágico. Citas de fechas que concluyeron hace décadas, historias que no se si algún día tuvieron un final feliz.
Las fotografías que están dentro del pequeño cuaderno, bien podrían ser de 80 ó 100 años, no tienen fechas para ubicarlas pero proyectan imagen de épocas particulares que solo he visto en algunas películas. Vestidos de encaje, trajes con cortes al estilo del cine mudo, las mujeres con paraguas y hasta un perro posa muy formalmente.
Al mirar las fotografías me hago la pregunta, si cuando fueron tomadas, los autores de dichas imágenes se imaginaron que casi después de un siglo alguien las viera y conjeturara alguna historia.
Algunos objetos también aparecen en la fotografía como si trataran de ser protagonistas en el tiempo, un fonógrafo toma su lugar y podría jurar escuchar algún vals o sonata de la época. Un pequeño pero adornado espejo de mano se asoma levemente en el tocador finamente acabado, aún lo recuerdo y tal vez esté en el fondo del baúl atrapando imágenes que el tiempo no ha sido capaz de borrar, quizás no todos tengamos la suerte de verlas, pero la magia de la imaginación es superior a la capacidad de la conciencia.
La abuela luce sonriente, posando para muchas generaciones en alguna de sus páginas, encuentro el cadáver de lo que fue una flor roja, prácticamente este esta fundido al amarillento papel y temo que si la expongo mas tiempo al aire esta pueda pulverizarse, nuevamente vienen a mi su historia ¿Quién se la dio a la abuela? ¿Qué promesa de amor o cumplido acompaño a la flor? ¿Cuánto tiempo lleva acompañando a esas letras impresas a la página?
finalmente hojeo cuidadosamente el libro y encuentro una sola fecha: 10 de febrero de 1912, cuando mi padre todavía no nacía y yo era menos de un proyecto de vida, cierro el cuaderno y lo acomodo en su lugar que por muchos años ha estado esperando que otra generación le invente una nueva historia.
Javier Fransoni |